viernes, 13 de abril de 2012

Mi relación con el dibujo.


Mi relación con el dibujo fue (y es) casi tan ambivalente y tortuosa como con la música; alternando momentos de amor y la extrema necesidad de crearlos, con momentos de odio en la que rechazo todo tipo de ilustración o sonido (propio o externo). Pero, en honor a la verdad, tengo un oído que supera enormemente la capacidad ilustrativa…
Comencé con el interés por dibujar cuando era chico. No sabría recordar si fue antes o después de crear mi primer y único libro a los 8 años (de ciencia ficción con extraterrestres, hecho al estilo “Elige tu propia aventura“, también con ´ilustraciones´ propias), pero sí puedo decir que fue en esas épocas. Leía con asiduidad Patoruzú, Isidoro, viñetas de diarios, los comics de Anteojito y Condorito (entre otros), y me parecía fascinante la técnica de la caricatura. Pero lo que me atrapaba no eran sólo los dibujos, sino la forma de expresar una idea en pocas líneas y con un efecto que no se conseguía con la palabra escrita. En una de las revistitas de Patoruzú ví una propaganda que anunciaba la educación en ese aspecto, y quise hacerlo. Pero por alguna razón desconocida, mis padres se negaron, y creo que con razón: demasiado dinero no había, no sabían cuánto iba a durar mi apasionamiento, y supongo que ya habrían visto que mis dibujos eran bastante mediocres hasta para chicos de menor edad.
El tiempo pasó, mejoré en el arte de la escritura, pero los pocos dibujos que hacía eran muy parecidos a los que había hecho años antes, y no sólo por falta de práctica, sino que, manualmente hablando, era un inepto total. Y no es falsa modestia, ni siquiera podía calcar como correspondía; mi motricidad fina siempre fue mi Talón de Aquiles. A fines de primaria estuve siempre al límite de llevarme dibujo, al punto en que tuve que hacer casi un año de clases particulares en la materia. Con todo ese conocimiento y práctica encima, mis dibujos pasaron a ser mediocres pero de forma más normal, y pude aprobar sin holguras. Luego abandoné por varios motivos, siendo los primordiales el que me aburría de dibujar cosas sin contenido, y el que veía que no llegaría a ningún lado con tanto esfuerzo (realmente me costaba mucho hacer un dibujo mediocre). El que no haya tenido dibujo de allí en adelante en la escuela, selló para siempre mis impulsos por adentrarme en la materia.
Pero siempre me quedó ese interés por intentar trasmitir gráficamente algunas ideas. Las palabras a veces no pueden dar el efecto deseado que sí se podría lograr con un dibujo o una pequeña secuencia de cuadros, y el no poder dibujar me truncaba algunas de mis ideas. En este blog eso lo sufrí algunas veces, y quedaba con un sabor a frustración amargo por no poder expresar adecuadamente lo que quería. La lectura de algunos otros blogs me aumentó esa extraña y puntual necesidad (como el del dibujante “en serio”, don CEO, que puede transmitir ideas completas en un solo cuadro). Con el paso del tiempo, supe que debía tomar una decisión: o eliminar esa necesidad para siempre (que venía postergándola desde hacía tiempo), o bien hacer los dibujos igual, horripilantes y todo.
En un rapto de necedad, valentía y poco sentido común, tomé un cuaderno grande, formulé mi idea a grandes rasgos, separé los cuadros, y realicé en menos de 20 minutos mi primer creación desde hacía muchísimo tiempo. Miré el resultado final: los dibujos eran muy, pero MUY feos, hasta más feos que los que había hecho en el libro a los 8, y más burdos que los de mi hija de 4. Pero la idea se había dado a entender. Ese dibujo horrendo expresaba más y mejor que cualquier cosa que pudiese haber intentado transcribir en palabras. Asqueante y todo, cumplía su cometido.
Es así, queridos lectores, como nace “caricatruchas”: un intento horrible y temerario de transmitir lo que no puedo con palabras. Puede que no abunde tanto el humor, pero sí prometo exageraciones, dobles sentidos, e ironía (aunque tal vez no tan finos con el lápiz como con la pluma). Una forma más fácil de expresar las cosas, más fea, más basal, pero tal vez con más efecto. Y digo “fácil” porque los hago muy rápido y no intentaré mejorarlos, porque realmente esforzarse sería inocuo y frustrante, y hasta me haría perder el punto de lo que querría transmitir. Y digo “feo” porque… bueno, ustedes podrán atestiguar eso a la brevedad. Como muestra, le expuse mi primer “caricatrucha” a mi hija, se quedó mirándola, seria, y me preguntó qué era una figura en uno de los cuadros. “Un león“, le respondí. Comenzó a reír, tentada, mientras decía “¡Eso no es un león! ¡Que feo dibujo!“, y mientras tomaba una hoja de papel y un lápiz, me dijo en tono más calmo “Así se hace un león. Mirá…“. Y ella, con toda su cálida ternura, su confianza juvenil, y su experiencia de tan sólo 4 inviernos… ¡la hija de puta lo hizo mejor que yo!
PLPLE

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